Hace unos días llegaron Juan y Fabiola, dos de mis mejores amigos a México. Léase este primer párrafo a manera de resumen. Pasaron 7 años fuera del país: sus 7 años de matrimonio. Durante este tiempo él estudió una maestría y ella terminó su carrera. Después trabajaron unos años en NY. Hubo visitas varias y recíprocas. Entre otras pudimos ir juntos a ver todo el Anillo del Nibelungo al MET en una semana muy intensa. Además de México, los Sadurní pudieron visitar algunos otros países en suertudos viajes que se echaron en los pasaportes. Sin embargo, antes de llegar a México, pasaron por más de 30 países en un viaje de 7 meses, ese detalle tampoco puede pasar desapercibido en este post (aunque no es, ni de broma, el tema del mismo). Sí, todos podemos caer en la tentación de juntar tanto 7 y restar 111. Está bien, si tienes esa obsesión, venga: tienes todo el derecho de jugar con lo que tú gustes. Pero mejor, entremos en materia.
Llegaron y reflexiono sobre la ausencia de unos amigos y la experiencia de tenerlos cerca, aquí, a todas horas. Sin duda, todo ser humano relativamente inteligente aprende a adaptarse a cualquier pérdida. Finalmente hace 7 años todos sufrimos de ellos. En un sentido, perdíamos a unos amigos. Claro que no se tome literal, por favor. No se pierde en todos los sentidos, pero sí en el sentido de la convivencia diaria o quasidiaria, en ver crecer y vencer obstáculos a tus amigos y estar ahí por si algún hombro se requiere. Y verdad es que la amistad se cultiva con la convivencia, sin duda alguna. Algo más, aprendí que yo soy un amigo muy distante en la distancia: no escribo con frecuencia. De hecho, escribo ridículamente poco.
Juan y Fabiola, como buenos amigos, entendieron esa parte de mí y eso, por supuesto que se los agradezco mucho. Hace 7 años (y un mes) se casaban y Juan era muy adelantado en ese terreno que el resto de nosotros. Ahora, ellos siguen sin hijos: han sabido disfrutar su pareja envidiablemente. Sin embargo, muchos de nosotros además de casados ya somos padres. Ellos están en proceso de mejorar su actitud ante esa realidad. Están en proceso de comprender que la vida pasa y que las etapas que nos hacen ser quienes somos pasan y más vale aprovecharlas en su momento lo más y mejor posible, para aprender lo que está ahí dispuesto a ser asimilado, a ser parte de uno mismo. Y entre esas etapas está la de que sus amigos son padres y aman a sus hijos. Ahora bien, está claro que vamos a platicar mucho de cómo es que uno termina amando a sus propios hijos. De hecho, ese tema será materia de otro post, pero sobretodo de conversaciones, que las anticipo, muy interesantes con mis amigos.
Regresan y la verdad que uno no lo cree o por lo menos uno tarda en darse cuenta de las consecuencias que eso significa. Hoy es sábado, ya entró la nochecita y sé que ellos están aquí. Casi siento que es fantasmagórico creer que tendremos el tiempo de cenar y pasar mucho tiempo juntos esta o cualquier otra noche. Durante 7 años los encuentros se sabían casi únicos en esa visita. Uno se acostumbra. Y quizá yo sea quien más lo pueda sentir de todos los amigos que Juan y Fabiola quieren más. ¿Por qué? Pues porque por mucho, y a diferencia de todos los demás amigos muy queridos de ellos, la mayor parte del tiempo en que hemos sido amigos ha sido en este mood de visitas express, de vacaciones volando.
Claro que ahora viene un periodo de aprender a compartir mucho nuestro tiempo y eso me emociona. Cuando un par de amigos regresan, sabes que no eres el mismo. No se es el mismo, más allá de la parte sentimental, que no negamos que importa muchísimo (uno está contento de pronto no más así, porque hay una realidad ahí que te pone de buenas, en medio del tráfico o de lo que sea), porque uno, como diría Borges, está hecho de tiempo. Y cuando amigos están ahora disponibles para compartir con uno, pues sabemos que nuestro tiempo, que es la vida, será distribuido de forma diferente. Sabemos que nos vamos a nutrir mutuamente, que vamos a reír mutuamente y que nos vamos a re-conocer mutuamente. Ese periodo de re-conocimiento creo que es de las más emocionantes. Claramente uno tiene expectativas de cómo esos amigos han crecido y tienes ganas de disfrutar eso, porque quizá estuviste lejos cuando tus amigos fueron dando esos "estirones". Y lo mismo, uno se siente más grande, más fuerte, más ser humano y quiere ofrecerle esos "bienes" a los que más quieres, a estos amigos que regresan y cambian en algún porcentaje importante tu horizonte.
Y si no ha quedado claro, lo que este texto ha querido decir en cada una de sus sílabas es que les damos la bienvenida en el corazón y en el espacio a Juan y a Fabiola, que se queden mucho tiempo por aquí y que quiero que reciban un abrazo que por lo menos dure 7 días seguidos para comunicar no con palabras todo el gusto que nos da que estén por aquí de vuelta y lo mucho que los queremos.